No pasa nada, la liga está ganada...
El caso es que, por primera vez en ocho años, España se queda sin representantes en los cuartos de final de la Liga de Campeones. Ya se quedaron en el camino Valencia y Deportivo (este último con una horrorosa participación, sin conseguir marcar un gol en toda la liguilla). Solo quedaban Barça y Madrid, a los que les tocó en suerte Chelsea y Juventus. A priori, eran dos eliminatorias harto complicadas, contra los líderes en la liga inglesa (indiscutible) e italiana.
La ida del Madrid-Juventus fue un clásico partido que se resolvió como mucha gente esperaba: 1-0. No era un resultado tranquilizador, pero teniendo en cuenta el nivel irregular del Madrid (un ritmo de circulación de balón demasiado lento y algunos jugadores algo "pasotas" en el terreno de juego), tampoco era malo. La Juve a su rollo, ordenados en defensa y a aprovechar alguna contra.
Los dos equipos españoles se plantaban en el partido de vuelta con ventajas mínimas, pero ventajas al fin y al cabo. Tras calentar bastante el partido, había interés por ver la propuesta del Chelsea en su propio campo. ¿Sería un equipo tan "autobusero" en esta ocasión? Pues sí y no. Montó su clásica línea doble de contención, pero en esta ocasión se aprovechó de unos primeros 20 minutos realmente horribles del Barça para encadenar, uno tras otro, tres goles en otros tres fulgurantes contraataques. Esa es la fuerza del Chelsea (si no tenemos en cuenta a Robben), los jugadores se saben de memoria todos sus movimientos, tanto en ataque como en defensa, y corren, vaya si corren. Se plantaron delante de Víctor Valdés como y cuando quisieron. Resbalón de Xavi (tocó en exceso durante todo el partido) en el primer gol, incapacidad de hacer una de esas tan socorridas faltas tácticas en el segundo y total descoordinación defensiva en el tercero. A partir de ahí, 3-0 y a tirar de nuevo de la épica. Entonces apareció el Ronaldinho de los partidos importantes, el que se inventa disparos y pases. Dos goles, uno de penalty y otro de asombroso punterazo habían puesto de nuevo al Barça al mando de la eliminatoria. Faltaba la puntilla. Y tuvieron la oportunidad de darla en la segunda parte, en el que el meta checo Cech se mostró intratable. A reseñar un cabezazo con todo de Puyol (el único que en defensa se mostró difícil de superar), un tiro de Iniesta al palo (el canterano está reñido conel gol) y un tiro a las nubes de Eto'o en el rechace del tiro de Iniesta. Si cualquiera de esas tres claras ocasiones hubiese terminado en gol, en mi opinión el partido estaba liquidado. Pero la grandeza del fútbol es que si perdonas lo puedes pagar. Y vaya si lo pagaron. Muy caro. Cada corner y cada falta que bombeaba el Chelsea al área del Barcelona era una jugada de peligro, y, en una de ellas, llegó el gol que condenó al Barça. Centro al área, remate de Terry, capitán del Chelsea, y gol. El árbitro asistente se quedó fijo en su posición, como señalando algo. ¿El qué? El agarrón de Carvalho a Valdés, que impidió que el cancerbero azulgrana pudiera al menos atajar el testarazo de Terry. Collina, árbitro del partido, desautorizó al linier y dió validez al gol. En las sucesivas repeticiones el agarrón parece claro, pero (esto es ya mi opinión) yo no considero que esa jugada decidiese la eliminatoria. A ver, tal y como sucedió, si hubiese pitado falta al portero, el Barça estaría en el bombo de cuartos, pero lo que condenó al equipo culé fueron esos primeros veinte minutos, en los que dependieron de ellos y, por nervios o lo que fuese, pusieron muy cuesta arriba la remontada.
El año que viene más, y recordad, no pasa nada, la liga está ganada...